Bienvenidos al blog de Catequesis Bíblica.

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domingo, 11 de marzo de 2012

EVANGELIOS –TEXTOS. II

REGLAS PARA SU LECTURA: Hoy todos estamos convencidos de que los recuerdos de Jesús, o sea, sus palabras y sus gestos, no se transmitieron mecánicamente, sino que se recogieron, ordenaron y elaboraron de acuerdo con las exigencias de la fe de las diversas comunidades cristianas: exigencias pastorales, apologéticas, de culto o de otro tipo. Todo esto ocurrió antes de que los diversos evangelistas fijasen los recuerdos en sus escritos, ordenándolos y eligiéndolos de manera que resultase a su vez su punto de vista particular: una es la perspectiva de Mateo, otra la de marcos y otra, en fin, la de Lucas. Podemos decir que los recuerdos, que se remontan a Jesús, fueron transmitidos obedeciendo a una doble fidelidad; a la memoria de Jesús, a la cual permanecen fieles, y a su propia época, a la cual se dirigen. He aquí, pues historia y fe, recuerdo y teología; ambos aspectos están indisolublemente unidos.

Por todo ello, en el evangelio escuchamos la voz de Jesús, así como la voz de la Iglesia, que lo ha anunciado y actualizado; e, igualmente, la voz del mismo evangelista, que consignó por escrito, actualizándola a su vez, aquella misma tradición eclesial. Una lectura un poco atenta de los evangelios y deseosa de caminar al paso de las actuales conquistas de la exégesis, debe tener todo esto en cuenta. Mas entonces se impone una lectura que se atenga a algunas reglas bien precisas. Primera: para leer un texto evangélico es indispensable reconstruir el trasfondo veterotestamentario, explícito e implícito, a que hacer referencia. Esta reconstrucción sirve, por una parte, para advertir la continuidad de Jesús, y, por otra, su indeleble novedad. Esto es particularmente importante en el evangelio de Mateo.

Es preciso, además -y es la segunda regla-, estudiar cada sección a la luz del contexto evangélico total y, de ser posible, confrontarla con los textos paralelos de los otros evangelistas. En seguida se echará de ver el motivo: la confrontación es realmente indispensable si una lectura quiere ser capaz de percibir los intereses particulares de un evangelista, sus acentos, sus preocupaciones, su plan teológico y el modo de desarrollar la exposición, así como su originalidad en anunciar el misterio de  Jesús.

En tercer lugar, hay que situar el fragmento en la vida de Jesús y en la de la comunidad sucesiva. Efectivamente, hemos dicho que las palabras de Jesús pervivieron en las comunidades constantemente anunciadas, releídas y profundizadas de acuerdo con las necesidades y los problemas pastorales de las diversas comunidades. Este esfuerzo por situar los textos en su ambiente vital (primero de Jesús y luego el de la comunidad subsiguiente) es muy útil para su comprensión viva y concreta, así como para su actualización. Finalmente, hay que leer el texto a la luz de nuestro tiempo, a fin de repetir, partiendo de nuestros problemas y de nuestra situación, lo que las comunidades de entonces realizaron partiendo de sus problemas y de su situación.

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